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Empleados Cristianos

 

                Por Arthur W. Pink

 

 

Efesios 6:5-8

5 Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo;

6 no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios;

7 sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres,

8 sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre.

                            

¡Cuán práctica es la Biblia! No sólo nos revela el camino al cielo, sino que también está llena de instrucciones respecto a cómo debemos vivir aquí en la tierra. Dios ha dado su Palabra para que sea una lámpara a nuestros pies y una luz para nuestro camino: es decir, para regular nuestra vida diaria. Manifiesta como Dios quiere que nos conduzcamos en todos los aspectos tan variados de esta vida. Algunos de nosotros son solteros y otros casados; algunos son niños y otros padres; algunos son jefes, otros siervos y empleados. Las Escrituras proveen pautas específicas, reglas, motivos y hasta ánimo para cada uno. No sólo nos enseña cómo nos debemos comportar en la iglesia y en el hogar, sino que también en nuestro sitio de trabajo y en la cocina. De esta manera presenta diferentes exhortaciones tanto a los amos como a los siervos. Es evidencia clara de que Dios no ha planeado que todos los hombres fueran iguales y también demuestra que ni el socialismo ni el comunismo prevalecerán universalmente. Puesto que una gran parte de nuestra vida se vive en el mundo del trabajo, es tanto para nuestro bien como para la gloria de Dios que hagamos caso a estas exhortaciones.

 

Recientemente un escritor secular ha declarado que “el trabajo se considera, más que nunca en estos días, como un medio desagradable para obtener más tiempo libre para el recreo, en vez de considerar éste como un tiempo de descanso y recuperación para volver a trabajar”. Esta es una manera muy suave para decir que la presente generación se dedica al puro placer y aborrece cualquier clase de verdadero trabajo. Se han presentado varias explicaciones para este fenómeno: tal como cuando los artesanos perdieron sus profesiones debido a la mecanización, el temor de que el desempleo pueda fomentar el desánimo, el bienestar social y las otras ayudas que se les brindan a aquellos que no quieren trabajar. Aunque todas estas cosas son factores que han contribuido al problema, aún hay un factor más fundamental y más solemne en esta enfermedad social; es decir, la pérdida de aquellas convicciones morales que anteriormente existían entre la gran mayoría de la gente que asistía a las iglesias, quienes procuraban servir al Señor mientras desempeñaban sus actividades seculares, y eran guiados por los principios de la honestidad, la integridad, la fidelidad y la lealtad.

 

En ningún otro punto se ha manifestado más la superficialidad de los que profesan ser cristianos como en éste, ni ha habido más reproche a la causa de Cristo que de parte de la mayoría de los empleados que profesan su nombre. Sea en la fábrica, la mina, la oficina o en el campo, el que profesa ser un seguidor del Señor Jesús se debe destacar entre los empleados que lo rodean y no hacer ninguna profesión de fe. Su puntualidad, su veracidad, su trabajo concienzudo, la calidad de su trabajo, su devoción a los intereses del dueño deben manifestarse para que no haya necesidad de declararse con la boca como un discípulo de Cristo. Deben faltar la flojera, el descuido, el egoísmo, la avaricia, y el orgullo que tanto caracterizan a la gran mayoría de los impíos para que todos vean cómo uno es motivado y controlado por otros principios más altos que los que los guían a ellos. Pero si su conducta contradice su profesión, sus compañeros tienen razón cuando opinan “que la religión es pura palabrería”.

 

Ni se les puede achacar toda la culpa a ellos: el pulpito también tiene la culpa de esta. El Señor ha mandado a sus siervos a predicar al respecto y le da un sentido de mucha importancia y lo manifiesta como un elemento necesario de la doctrina de la santidad.

1 Timoteo 6:1-2, “Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina. Y los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos, sino sírvanles mejor, por cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio. Esto enseña y exhorta”. Pero, ¿dónde está el ministro que predique esto? ¡Ay, cuántos hasta han menospreciado y descuidado esta doctrina tan práctica, aunque no goza de mucho favor hoy en día! Por desear parecer como cristianos “profundos” han vuelto a las disputas doctrinales o adivinanzas proféticas que no son provechosas para nadie. Dios dice, “Si alguno enseña otra cosa... está envanecido, nada sabe”, 1 Timoteo 6:3-4.

 

Pero nuevamente se le mandó divinamente al pastor, “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina: Que los ancianos sean sobrios… las ancianas asimismo… a las mujeres jóvenes a ser prudentes… a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador”, Tito 2:1-10. ¿Estás hablando sobre estas cosas, mi querido ministro? ¿Estás advirtiendo a los siervos que cuando fallan a sus trabajos sin una excusa legítima están pecando? ¿Les estás informado  a los miembros de tu iglesia que trabajan para otros, de que Dios les exige que se esfuercen en todo tiempo para agradar en todo a sus amos en todos los aspectos de su comportamiento: que sean respetuosos y no bravos, trabajadores y no flojos, sumisos sin ser desafiantes ante las órdenes que reciben? ¿Les enseñas que su conducta adorna o menosprecia la doctrina que profesan? Si no haces esto, estás fallando en llevar a cabo tu misión.

 

Con el silencio casi total respecto a este punto, es asombroso ver cuán frecuentemente las epístolas neo-testamentarias inculcan y exponen sobre los deberes de los empleados. En Efesios 6:5-7, escuchamos al apóstol exhortando, “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres”. Se les manda a los siervos a cumplir con los llamados y las órdenes de sus amos: hacer esto con una actitud de respeto a sus personas y a su autoridad y temer desagradarles en algo. Han de ser tan diligentes en su trabajo y en desempeñar sus tareas con una solicitud concienzuda cuando esté ausente el amo así como cuando lo hace en su presencia. Han de desempeñar sus tareas con “buena voluntad“, sin irritarse o vacilar, sino agradecidos por un medio honesto de sostenimiento. Y todo se debe hacer como “siervos de Cristo”, procurando no desagradarle con un comportamiento incorrecto, sino glorificándole por trabajar con motivos que puedan santificar nuestras labores y hacer de ellas “un sacrificio espiritual” para Dios.

 

En Colosenses 3:22-23, el apóstol también nos exhorta, “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios.  Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. Él debe obedecer cada mandamiento lícito, aunque le parezca desagradable, molesto o difícil, y debe ser fiel en cada cosa que se le encomienda. Todo lo que le viniera a la mano lo tiene que hacer con todas sus fuerzas y energías lo mejor que pueda. Él está dispuesto hacerlo de corazón, con alegría, demostrando un placer en su trabajo. Todo se debe hacer “como al Señor”, lo cual transformará lo secular en lo sagrado. Entonces añade, “Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”, versículo 24. ¡Cuánto ánimo es esto para la fidelidad! “Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere”, versículo 25,  es una advertencia solemne para impedir que fallemos en nuestros trabajos, porque “sea en este mundo o en el otro, Dios se vengará de tal injusticia.” (Comentario Bíblico por John Gill)

 

1 Pedro 2:18-19, “Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar.  Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente”. Esta repetida insistencia de los apóstoles que se hace con el fin de que los empleados desempeñen sus trabajos correctamente, no sólo muestra cuán importante es la gloria de Dios, sino también indica una falta de voluntad. Y, por consiguiente, hay una necesidad de recalcar este punto tan importante. Se evidencia en aquellos que toman demasiados días en sus vacaciones para asistir a reuniones religiosas, y así incomodan a sus amos. La santidad se nota más en nuestra conducta diaria, cuando realizamos nuestras tareas con un espíritu y una eficiencia que elogien el Evangelio que servimos. Nótese bien que estas instrucciones se aplican a todos los siervos; hombre y mujer, en todas las situaciones y condiciones. Espero que cada lector de estas páginas que sea un empleado, se pregunte a sí mismo o a sí misma: ¿Hasta a qué punto estoy haciendo un esfuerzo genuino y diligente junto con la oración para cumplir con los requisitos de Dios cuando desempeño mi trabajo? No permitamos que ninguna “ley del sindicato” ni otros reglamentos modifiquen o eliminen estos mandamientos divinos.

 

Habrá que notarse que estos preceptos anteriores se enfatizan y se verifican en las Escrituras. Mira cómo el Espíritu se agradó en notar la devoción de Eleazar cuando ora para que el Señor Dios le dé, “el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham”, Génesis 24:12, y nota con cuánta fidelidad se explica y habla de su señor. Jacob podría decir, “Vosotras sabéis que con todas mis fuerzas he servido a vuestro padre”, Génesis 31:6. ¿Puedes decir lo mismo, amigo? Aunque era un pagano, Potifar fue bendecido por el servicio de José. “Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano.  Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía”, Génesis 39:3-4. ¡Cuán bueno es este testimonio! Las Escrituras también registran el testimonio de la infidelidad del siervo de Eliseo y el juicio espantoso que le tocó en 2 Reyes 5:20-24. Finalmente, todos los siervos domésticos y empleados deben recordar que el lugar del siervo ha sido honrado y adornado para siempre por la obediencia voluntaria y perfecta del encarnado Hijo de Dios.

 

“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas…” Eclesiastés 9:10.  – Haz lo mejor que puedas.

 

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